domingo, 19 de junio de 2011

La traicion de Julio C




El argentino detesta a los traidores. De memoria sabe el cuentito de Judas Iscariote, quien guió a los guardias que aprehendieron a Jesús, señalándolo con un beso. A cambio, cobró treinta siclos de plata. Hay dos versiones sobre su final: que se ahorcó cuando tomó dimensión de su traición (según Mateo), o que se “reventó por en medio” y derramó sus entrañas en el campo que había comprado con el producto de su delación (libro de los Hechos).

Judas era hijo de Simón y María, agricultores de clase media-alta de Keriot de Judea. Era avaro y no poseía escrúpulos para conseguir sus propósitos. En su juventud hizo amistad con sacerdotes, fariseos y funcionarios. 
Bien.
Al argentino le resulta incómoda la traición. Se escandaliza hasta cuando se entera de que el vecino monta yegua ajena, y cosas por el estilo.
Pero… hay excepciones.
Si la coyuntura lo requiere; si los medios que un argentino lee, ve y escucha lo avalan; si la cosa viene por el lado de ser un triste contreras... Ahí la traición no es traición. Es coraje, espíritu republicano, conciencia nacional y respeto por las instituciones. Aunque parezca un chiste, esa clase de análisis mereció el voto no positivo del vicepresidente Julio César Cleto Cobos en el debate parlamentario por la Resolución 125, que instrumentaba un esquema de retenciones móviles a las exportaciones de granos.
Cara de oso hormiguero nació en Godoy Cruz, Mendoza, en el año 1955 (vaya casualidad). 
Fue expulsado por traidor de la Unión Cívica Radical cuando integró la fórmula que llevó a la presidencia a Cristina Fernández. 
Llegó a la vicepresidencia sin aparecer por los actos de campaña. Estaba claro que no sumaba ni restaba. No hacía falta.
En la discusión por la Resolución 125, cuando llegó el momento de su voto tras un empate en la Cámara de Senadores, hizo todo lo posible por no votar. Sentía pánico. Su voz se quebraba. Daba la impresión de estar forzando sus esfínteres.
Su voto no positivo (nunca mejor expresado) fue contra el gobierno que integraba. 
Admitamos que el ciudadano Julio Cobos podía votar como se le diera la gana. Lo inadmisible es que se mantuvo en el cargo, en el único caso en la historia que un vicepresidente es abiertamente opositor a su gobierno.
Políticamente es un cadáver. 
Pero el argentino lo ve con esa cara de “yo no fui” y ni se molesta en tomar consciencia de lo que simboliza semejante adefesio. A nuestro querido argentino ya le han dictado los medios lo que tiene que pensar. 



Muchas gracias.


Próxima edición: "El Campo"

2 comentarios:

  1. CLETOCLETOCLETO
    Parece el sonido de algún bicho.
    Muy buenos textos, Max.
    Me encantó el de Mirtha xDD
    Beso!

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  2. Un gusto seguirte. Me estoy iniciando en Blogger. Soy escritor, y en breves lanzaré en mi blog una novela de misterio ambientada en Barcelona. Te invito a seguirme y leerme, y espero que te guste. Estamos en contacto.

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