sábado, 4 de abril de 2009

Noches de invierno

Las noches eran largas en invierno. El pueblo se cubría de nieve, la mañana del 21 de diciembre, era un hecho comprobado, esa fecha era esperada por todas las familias.
Ese 21 de diciembre, mariano se levanto al alba y se vistió rápidamente. Hacia un año que vivía solo.
Al salir a la calle notó que solo habia escarcha y casi no había nevado. Sus ojos azules brillaban al reflejo del hielo.
Toda la nevera hielo y el pueblo comenzaba a congelarse.
Se arrepintió de no haber escuchado a sus padres cuando le dijeron que se lleve su campera con forro de pieles, que el tio le había traído de Rusia después de la guerra. El pasado oscuro de esa campera, que alguna vez perteneció a un general cuya ambición lo había llevado a la muerte, lo asustaba.

Y ese miedo que asechaba en los momentos hostiles, lo había paralizado. Su pulso se redujo a un débil murmullo cardiaco y su sangre se espeso. Sus pupilas contraídas se perdieron en su vació configurándole una mirada espectral y su cuerpo comenzaba a pudrirse. Pude notar como un dejo de resignación lo hizo abandonar sus nuevos esfuerzos por despertar, y entonces comprendí lo que debía hacer de inmediato.

Debía ir a la calle, para ver que en cada calle, cada cien pasos había un pozo, junto a cada pozo una fuente, en cada fuente un vampiro y dentro de cada fuente, cientos de cuerpos mutilados por ellos, y algunos aun con vida.
Entre los cuerpos heridos encontró a una mujer. Todavía había sangre corriendo por sus venas.

La ciudad estaba helada, fría y solitaria. Solo había tibia sangre en ella, y esta muriendo. Entonces él que había sido convertido se acerco a ella y le dio de beber su propia sangre, convirtiéndola en su única compañera eternamente.
Juntos serian reyes de la ciudad de hielo, iluminados por el sol, un sol que jamás verían.